Todos los días trato de convencerme que no está mal celebrar un vida sencilla porque realmente lo creo, el problema viene en la parte de celebrar ¿cómo puedo ser feliz con tantas presiones?. Tengo tanto para agradecer y aún así estoy padeciendo.
Tengo tantos privilegios en comparación que me da cierta vergüenza sentirme así pero no pertenezco al mundo, a este mundo. A sus reglas, a sus trabajos, a sus penas. A deambular como un cuerpo muerto día tras día, ayudando y viendo florecer a quienes me rodean y preguntándome porque ni capullo está vacío. Tengo techo, tengo comida, tengo abrigo para el invierno y fresquito para el verano, tengo amor, tengo plantas, tengo un hogar pero no tengo esa alegría.
Tengo deseos, tengo pasiones, tengo miedo al futuro, tengo crisis económicas, tengo cosas que no puedo comprar y creo que tengo todo eso que hace humano a los que me rodean pero no me siento parte de ellos, de la especie.
Me ahogo en placeres para sentir y gritar algo que llene ese vacío continuo.
Los dioses son tan crueles como para darnos consciencia de nuestro dolor pero no para darnos un camino fácil a la respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario