sábado, 14 de septiembre de 2019

Paula

La niña se despertó aturdida con su mejilla brillante, signo de algún sueño profundo, cuando miró por tercera vez el reloj entendió el tiempo, las horas cobraron sentido ¡y se le hacía tarde!.
Su pie se enredo con la sabana y su cara encontró el piso, la sangre broto de su labio partido mientras sus ojos se ponían cristalinos, de un manotazo movió todas los pañuelitos descartables de su escritorio en busca de su billetera que no estaba allí. Se tiraba de los pelos mientras el peso de su cuerpo caía en el piso, estallando en un mar de lagrimas. Ahí estaba ella, sintiéndose una fracasada, la vida la volvía a superar, estaba atrasada con la facultad que no pisaba desde hace tres clases, odiaba su laburo pero más odiaba que el dinero no alcance para sus cuentas. Después del pequeño permitido temporal para estallar, se levanto del frio suelo y tomo su billetera del escritorio mientras se mentía diciendo que era horrible al pasar por el espejo camino a la puerta. Esa tarde regalo unas sonrisas detrás del mostrador a todo comprador, esa tarde de hace tres meses no era distinta al día hoy; nadie salvo a Paula y ella tampoco pudo creer en el mañana, hoy.

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