jueves, 2 de febrero de 2017

Que mejor, hablar, de un enano para juntar un ,par de piedras,.




Remontar el barrilete en esta tempestad
sólo hará entender que ayer no es hoy
que hoy es hoy y que no soy actor de lo que fui.
Sonaba en los auriculares del pequeño hombre, mientras caminaba por las calles de una capital fría; esa noche descubrió que no solo era bajito, sino tartamudo también.
Los enanos, seres bajitos con mucha barba, no es el caso de nuestro sujeto, pero tampoco viene al caso, son expertos mineros y orfebres; pero tampoco era el caso de nuestro sujeto. El era más simple y común que todos los enanos que conocía. No tenía la magia de la constancia para terminar cosas tan arduas que lo dejaban sorprendido, porque si algo tenia nuestro sujeto era una facilidad para sorprenderse y ver las cosas que otros no veían en las cosas (Pido permiso para esa redundancia que es ciertamente necesaria para la historia, como también lo son los barriletes o cometas). Amaba a las piedras, esas que se encuentras por todos lados, sabía que las cosas importantes se hacían de piedras; los cimientos de todas las grandes construcciones que necesitamos en el mundo, parques de diversiones, casa para perros, heladerías y facultades de medicina. Maravillado por las piedras, tenía su pasión por una piedra opaca espacial, para cualquier iluso seria una piedra que encontraría en cualquier parte, pero no; no y no; nuestro sujeto entendía lo especial que era, que venía del espacio y su poder para camuflarse con todas las piedras del mundo, pero fracasando para el ojo atento de cualquiera que quiere mirar. Esa piedra estaba en un museo de cristal, que le permitía verla pero sin tocarla. Todas las noches que caminaba por las calles de una capital fría, tenía su barrilete o cometa en la mente y su deseo de sostener la piedra espacial en sus manos; mientras retornaba tartamudeando a su hogar.

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