lunes, 1 de agosto de 2016

0108201609:21



Pestañe entrando en un estado de sueño pesado, la puerta al mundo irreal de las fantasías y allí me encontraba; en un cuarto donde un tajo de luz salido de una tele cortaba con la oscuridad total, iluminando la cara de un nene de nueve años. El nene estaba jugando a la play, para ser más exacto al Final Fantasy Tactics (si con ese dato no se dieron cuenta aun queridos lectores, ese nene era yo). Me senté a mi lado, viendo como jugaba (bastantes movimientos reprochables y sin sentido que llevaban a un "¡Ufa! y resetear el juego, una y otra vez) tome el joystick y resolví varios niveles con la practicidad que me enseño la experiencia hasta que note la incomodidad y fastidio del pequeño caprichoso(A fin de cuentas le estaba enseñando como hacer las cosas de forma correcta) "¿Que pasa?" fue el detonante para sus reproches "A mí no me gusta este que usas, quiero el otro. ¿Por qué vas por ahí?. Ese nivel era lindo, tendríamos que repetirlo. ¿Vos siempre haces las cosas aburridas?". Y ahí estaba yo, enseñándome a no ser divertido, a ser pragmático, a ser un resultadista. Y ahí estaba yo, mostrándome que perdí lo importante, que ponderaba resultado por alegría, gozo por eficacia, tristeza por una pseudo adultez. Lo último que recuerdo del sueño fue que me dijo "¿Querés que te enseñe a jugar?", cosa que había ya había logrado.

1 comentario:

  1. Creo que es uno de los textos más lindos que escribiste Diego. O quizá sea porque es uno en el que me veo reflejada. Principalmente en el "(...) que ponderaba resultado por alegría". ¿En qué momento pasó esto?
    Claramente algo estamos haciendo mal.

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