jueves, 9 de julio de 2015

0907201507:32



La daga se hundió en su pecho, la sangre teñía su acero de un carmesí fueguino mientras el puñal salía de su cuerpo. Los ojos dispares que tanto miedo daban, su boca prominente junto a unos dientes chuecos y amarillentos. Esa cara hacia su última mueca de dolor, esa cara que hacia gritar a las doncellas, llorar a los niños y temer a las madres. Esa cara a la cual nunca miraban los nobles señores. La noche en que el caos se desato, la mala fortuna y los prejuicios terminaron el fuego de una vida. La pobre alma desdichada que nunca encontró bondad en la vida, tampoco la encontró en la muerte. Esa noche el monstruo se convirtió en héroe, en un héroe vitoreado por doncellas y personas bien. El error encontró culpable y nadie se opuso al veredicto divino del prejuicio . El crimen se resolvió, el pueblo bailo y los bardos cantaron la historia del galante caballero y el horroroso monstruo. Esa noche nadie lloro.

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