jueves, 11 de abril de 2019

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Nos hicieron creer que éramos la generación dorada
Que llegaríamos a Plutón, que los autos volarían y que también, cambiaríamos al mundo.
Somos la generación Magic Kids, que debió desaparecer con él
Criados con el que se vayan todos, la desesperanza política, los diccionarios y el internet más barato después de las once.
Un gris entre el barrio, las familias disfuncionales, los traumas infantiles y ver que no deberías ser así, pero es
Una amalgama de los modismos arcaicos y la libertad prematura
Un terrible gris entre las nuevas tecnologías que ya son obsoletas, siendo los beta testers para una generación más piola.
El fracaso laboral de no tener cuarenta años de experiencia para esos puestos viejos o no tener dieciocho para estar en un Starbucks sonriendo.
Que no tuvimos ese abanico de posibilidades y campos a explotar, querían que fuéramos médicos, abogados o contadores pero casi nunca lo que nosotros queríamos y tampoco sabíamos que queríamos ser.
Somos la generación con mayor tasa de suicidio en nuestro suelo
Somos la generación que nunca debió ser, pero es.
Somos la generación que debe ser registrada para que nunca vuelva a ser
No somos la generación piola, solo hacemos lo que podemos

miércoles, 3 de abril de 2019

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Ahora escribo desde el baño, tras la cortina de una ducha que se llena; sentado en la porcelana y acompañado por un dolor de cabeza. Atormentado por todas las sombras ocultas por las lamparitas prendidas de las habitaciones. Vivir solo no es estar solo, pero lo vuelve un constante más común. No recuerdo si ayer cene pero me preocupa más saber qué debo cenar hoy. La voz en off de una tele rompe el silencio del lugar o los vecinos peleando con su hijo menor hacen ese trabajo El celular vibra e intento mantener una conversación simple que oculta un grito desesperado para sentir cosas pero que nunca se escucha; temo que perdí mi capacidad para mostrar interés y eso es muy preocupante porque nadie me salvará. En la virtualidad busco placeres que me recuerden que estoy vivo, pues me temo que me consumo. Todo es efímero y desaparezco, me transformó en un fantasma de mi ser que se ahoga en la ducha. Los días se vuelven iguales y no sé cuánto tarde en volverme una sombra bajo la luz.