Tatuado con un cigarrillo que apagaron en mi cuerpo, el destiempo enfría mi café.
El fantasma tuyo ocupa la cabecera de la mesa, mirándome fijamente.
Le devuelvo la sonrisa tiernamente y suspiro pensando que otra vez no estás acá.
Me gana la ansiedad y busco mi teléfono para mirar la hora, minutos que se sienten como horas o capaz creo intentar llamarte en un frenesí de locura.
Tu fantasma se disipa en la bruma de mi realidad.
Extraño lo que nunca fue.
Tu distancia inalcanzable, de otra vida.
Ojalá perdones mis fantasías con tu fantasma, porque no las puedo dejar de tener.
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