El hambre, precisamente no hablo de comida, es ese deseo
inexplicable de cosas o mejor dicho de la búsqueda de cosas, casi hasta un parámetro
obsesivo en donde la persona afectada no puede notarlo a gran escala.
Rara vez produce placer, pero cuando lo hace, es un orgasmo de placer inexplicable que explota en el momento, una droga, un éxtasis, un sentido de realización indescriptible y un vacío enorme que nos deja desnudos en el mundo.
Es imposible saborear la victoria de lo logrado porque no existe más, salvo en algún que otro comentario de “lo hice”. La próxima vara es igual o más alta y no tardan los engranajes para ponerse en marcha, haciendo que te tiemblen las manos como a un drogadicto en abstinencia, el juicio se nubla cuando perdemos la humanidad y nos convertimos en animal que tiene a su presa entre los ojos, no tenemos claro el objetivo final, pero lo vamos a intentar. Porque mamá quería que fuéramos alguien, porque papá sabía que yo podía ser más, porque de chico era mi vocación según la tía que me vio jugar con un estetoscopio a mis cinco años y por los próximos quince repetiría que sea el dotor de la flia.
El vacío y la duda luego de consumar la victoria, el frio y la soledad después del ahora.
De animal a robot automatizado, cumpliendo patrones de logros, trabajando porque todo lo que hice me trajo hasta acá y ¿Qué voy a hacer? no sabemos hacer otra cosa.
La humanidad se va y solo nos queda el hambre para buscar ser humanos, porque no hay nada más humano que devorarse el alma, condenándose a la búsqueda de gloria etérea, efímera.
¿Para qué? El circulo vuelve a comenzar y estamos en él.
Rara vez produce placer, pero cuando lo hace, es un orgasmo de placer inexplicable que explota en el momento, una droga, un éxtasis, un sentido de realización indescriptible y un vacío enorme que nos deja desnudos en el mundo.
Es imposible saborear la victoria de lo logrado porque no existe más, salvo en algún que otro comentario de “lo hice”. La próxima vara es igual o más alta y no tardan los engranajes para ponerse en marcha, haciendo que te tiemblen las manos como a un drogadicto en abstinencia, el juicio se nubla cuando perdemos la humanidad y nos convertimos en animal que tiene a su presa entre los ojos, no tenemos claro el objetivo final, pero lo vamos a intentar. Porque mamá quería que fuéramos alguien, porque papá sabía que yo podía ser más, porque de chico era mi vocación según la tía que me vio jugar con un estetoscopio a mis cinco años y por los próximos quince repetiría que sea el dotor de la flia.
El vacío y la duda luego de consumar la victoria, el frio y la soledad después del ahora.
De animal a robot automatizado, cumpliendo patrones de logros, trabajando porque todo lo que hice me trajo hasta acá y ¿Qué voy a hacer? no sabemos hacer otra cosa.
La humanidad se va y solo nos queda el hambre para buscar ser humanos, porque no hay nada más humano que devorarse el alma, condenándose a la búsqueda de gloria etérea, efímera.
¿Para qué? El circulo vuelve a comenzar y estamos en él.
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